Los momentos de siembra y de secado de los cultivos de servicio, y de implantación del cultivo de renta son esenciales para obtener resultados adecuados en una campaña.
Los cultivos de servicio son cultivos que, paulatinamente, están ingresando en los sistemas productivos del norte, particularmente en los de producción de granos. Los mismos, vienen a ocupar el suelo en períodos donde tradicionalmente no se los ocupa ya que están en barbecho; este período de tiempo transcurre entre fines de abril y diciembre.
¿Por qué son cultivos de servicios? Porque no se los cultivan para cosechar sino para que provean servicios a los agroecosistemas agropecuarios. En la provincia de Santiago del Estero sus aportes al sistema productivo son variados: aporte de biomasa para incrementar los niveles de carbono y materia orgánica del suelo, protección contra la erosión hídrica y eólica, fijar y aportar nitrógeno al sistema, regular el ciclo del agua incrementando la captura y almacenamiento del agua de las precipitaciones y evitar el crecimiento de las napas en zonas con este problema.
El aspecto clave para lograr los objetivos es generar adecuadas biomasas, tanto radical como aérea, como así también las rizodeposiciones que su crecimiento genera, aportando restos vegetales que, con el tiempo, favorecen a microorganismos que, por ejemplo, irán regenerando la materia orgánica del suelo. Por lo tanto, son cultivos muy relevantes para la fijación de carbono, como así también en cuanto al impacto favorable sobre el cambio climático.
El investigador Salvador Prieto Angueira, integrante del INTA Santiago del Estero, es especialista en ecofisiología de cultivos y trabaja con cultivos de servicios o cobertura invernales y su impacto en cultivos estivales en el área de secano. Según el profesional, “al momento de decidir y planificar en torno a cultivos de servicios, debemos tener bien claro los objetivos por los cuales decidimos su incorporación en la planificación.
En este sentido, tener uno o varios objetivos es clave al momento de planificar ya que, en función del mismo, se decidirá la especie que vamos a utilizar, si se planificará en función de una especie o una mezcla de especies. A partir de esas decisiones, “vamos a tener 3 momentos críticos en todo el ciclo del cultivo de servicio como en el manejo del cultivo de renta posterior” destacó Prieto Angueira.
Los tres momentos claves
El primero es el momento de siembra, “en el cual debemos tratar de sembrar lo antes posible. En esta etapa, lo ideal es conocer la disponibilidad de agua para saber cuál es el potencial de biomasa disponible; cabe destacar que se generan, por milímetro, alrededor de 20 kg de biomasa, siendo levemente superior en las gramíneas” estableció el especialista.
Una vez hecha la siembra, se deberá realizar un monitoreo de los cultivos de servicio y es a partir de ahí que se establece el momento del secado, que es el segundo momento crítico. “Aquí tenemos que tener en cuenta si cumplimos con los objetivos de no excedernos con el consumo de agua. Entonces, si no queremos tomar riesgos en el cultivo de renta posterior, es conveniente adelantar el secado y si queremos consumir agua, hacer lo contrario” comentó el profesional. En este punto, vale recordar la dinámica del nitrógeno tanto en las gramíneas como las leguminosas. Con las gramíneas (centeno, triticale, avena entre otras), si las secamos muy tarde podemos tener menos disponibilidad de nitrógeno para el cultivo de renta posterior. En las leguminosas (vicia villosa o sativa), el tiempo para la mineralización puede ser escaso y por lo tanto demorarse la liberación del nitrógeno fijado de la atmósfera.
El tercer y último momento crítico tiene que ver con la siembra del cultivo de verano. “En función de todo lo que pasó en el ciclo del cultivo de servicio, más precisamente en la transición desde que lo secamos hasta que sembramos el cultivo de verano, deberemos tomar decisiones. En el caso de la soja que se siembra más temprano, a veces es necesario retrasar o modificar el grupo de madurez; es decir, readaptar la agronomía del cultivo para evitar que tenga deficiencias hídricas en su etapa incial. Lo mismo en el caso de maíz; si el cultivo de servicio antecesor es una gramínea, podemos inmovilizar nitrógeno y eso nos puede repercutir negativamente en el maíz. En ese caso, debemos medir, monitorear, diagnosticar y tomar una decisión de manejo en el caso que debamos hacer un agregado de nitrógeno” aseveró Prieto Angueira. Más adelante, según sus palabras, dijo que “si queremos minimizar riesgos en el cultivo de verano, siempre recomendamos retrasarlo lo más que se pueda, sin perder potencial de rendimiento, para lograr la mayor estabilidad del cultivo para así tener cubierto todos los objetivos, tanto del cultivo de cobertura como el de renta”.
Regulación del agua, el nitrógeno y control de malezas
Tal como se estableció anteriormente, los cultivos de servicios son claves para la regulación del agua en un sistema, ya que se reemplazaría un período donde estaríamos evaporando agua (90 mm promedio) en un lote sin cultivos, por unas especies, como centeno y vicia, que están en activo crecimiento. Así, esa agua se transpira generando biomasa. Prieto Angueira manifiesta que “la biomasa generada en nuestros sistemas de producción permite, luego del secado, duplicar la captura del agua de las precipitaciones (reduciendo los riesgos de erosión hídrica) y mejorar su almacenamiento y disponibilidad para el cultivo de renta posterior. Por lo tanto, con los cultivos de servicio modificamos y regulamos el ciclo del agua en nuestros lotes, incrementando el uso y eficiencia de uso del agua de las precipitaciones, aumentando así el aporte de restos vegetales al suelo”.
Así como los cultivos de servicio modifican el ciclo del agua, también varían la dinámica de los nutrientes, entre ellos el nitrógeno. Durante su período de crecimiento, el nitrógeno disponible en el suelo es absorbido, casi en su totalidad, por el cultivo (gramínea o leguminosa) para luego quedar inmovilizado en la biomasa durante un período que dependerá de las condiciones ambientales y, particularmente, de las especies sembradas. Esto genera un efecto protector evitando la pérdida del nutriente por lixiviación, sobre todo en zonas o años con mayores precipitaciones.
Sin embargo, si esta inmovilización se prolonga hasta después de la siembra del cultivo de renta, puede afectar su comportamiento. Prieto Angueira manifestó que “esta última situación se da casi siempre cuando se realiza centeno o alguna otra gramínea previa a la siembra de maíz”. Para evitar esto, se recomienda sembrar vicia villosa o mezclas de centeno con vicia villosa ya que con la leguminosa no solo se incorpora nitrógeno atmosférico al sistema de producción (entre 16 a 21 kg de nitrógeno fijado por tonelada de biomasa aérea) sino que también, al tener una mejor relación carbono:nitrógeno, se acelera la descomposición de la biomasa; por lo tanto, se reducen los riesgos de inmovilización para el cultivo de renta.
Asimismo, otro gran aporte de este tipo de cultivos tiene que ver con el control integrado de malezas, mitigando así ciertas problemáticas de impacto ambiental referidas al incremento de especies resistentes a herbicidas y el consecuente uso de agroquímicos. El control de malezas es muy importante durante el período de crecimiento de los cultivos de servicio y siempre es significativamente superior cuanto mayor sea la cantidad de semillas de malezas en el banco de semillas. Durante este período, el control sobre las malezas puede ser total, disminuyendo la cantidad de especies, densidad (número de malezas por unidad de superficie) y biomasa de las malezas, sobre todo en las otoño-invierno-primaveral. La erradicación de las malezas se puede prolongar luego del secado y hasta avanzado el ciclo de crecimiento del cultivo de renta, cuando se logran superar umbrales mínimos de producción de biomasa que permanecen en superficie luego del secado. Esto permite prolongar la ventana de control de malezas, disminuyendo también la densidad y biomasa de malezas primavera-estivales.
Fuente: Agritotal