La adopción de esta tecnología promedió el 90% a nivel nacional, según datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. La luz de alerta sigue encendida en la fuerte dispersión regional: en algunas zonas, apenas supera el 70%.
En los últimos meses, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) repitió en varias oportunidades una alerta: se estaba detectando un incremento en el uso de la labranza, en desmedro de la siembra directa.
Los datos del Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (Retaa) de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires venían confirmando año a año una merma en la adopción de esta tecnología, pero el último informe desarrollado por la entidad porteña trajo un alivio ante esta preocupación.
Según el Retaa, en la campaña agrícola 2021/22, la tecnología de siembra directa mostró una leve recuperación de un punto porcentual en relación al ciclo previo: la adopción llegó a 90%, cuando en la temporada 2022/21 se había ubicado en 89%.
DISPERSIÓN REGIONAL
De todos modos, sigue habiendo luces amarillas en el camino: hay una fuerte dispersión entre las diferentes regiones productivas, con zonas donde el uso de la SD llega al 98%, y otras en las que apenas supera el 70%.
Según el informe, en el norte de Santa Fe, sudoeste bonaerense y sur de La Pampa se observaron los valores más bajos. “Esto se debe principalmente al peso que presenta el girasol, es el cultivo con menor adopción de siembra directa”, explicaron.
Lo bueno: a pesar de estos porcentajes, ambas regiones presentaron un aumento en la adopción de siembra directa en comparación al ciclo previo.
En este punto, remarcaron que la baja adopción estuvo vinculada al uso de labranza convencional como estrategia para el control de malezas resistentes, al elevado precio de los insumos y a problemas de compactación en determinados lotes, entre otros motivos.
DENSIDAD DE SIEMBRA
En este contexto, el promedio nacional de densidad de siembra para soja fue de 65 kilos de semillas por hectárea; para maíz 62.900 plantas/ha y para sorgo 199.000 plantas/ha.
“En soja, al atrasar la fecha de siembra los planteos de segunda presentan menor crecimiento vegetativo, por lo tanto, se tiende a utilizar mayores densidades para compensar el menor tamaño de plantas”, señalaron.
Por el lado del maíz, la situación es a la inversa. El retraso de la siembra expone a la planta a mayores temperaturas que aceleran la velocidad de aparición y despliegue de hojas, determinando un rápido establecimiento del canopeo.
“A su vez, los niveles crecientes de radiación solar permiten a las siembras tardías acumular una cantidad de radiación interceptada semejante a las siembras tempranas”, explicaron. Estos factores favorecen una alta tasa de crecimiento.
Fuente: Infocampo